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Pese a haber borrado entradas, como si de correcciones torpes en la trayectoria vital se tratase, puedo contar que llevo casi cuatro años con el blog abierto. Era en marzo de 2006, justo a la vuelta de mi estancia en Holanda. Creo que cuando el tiempo pasa rápido, los deseos van disminuyendo; creo que mis amigos ahora son felices con cosas más sencillas que hace tres años; todos aquellos anhelos que parecía que para alcanzarlos era necesario derribar muros y saltar vallas, se van desvaneciendo hasta confundirse con el forro de plástico del menú del bar playero. Ahora las cosas son tal cual: no hace falta trepar montañas ni despertarse en Casablanca. Uno se contenta con que las cosas les vayan bien al resto, con poder pedirse el plato especial con guarnición de pimientos (alguien habrá que lo pida) o con poder escaparse el fin de semana a un sitio no muy lejano, donde el aire huela diferente porque las personas que haya sean diferentes y no rutinarias. Ya no hace falta forzar la máquina con tanta frecuencia ni hacer carreras para pasarlo mejor que aquél o aquella. Como una fórmula exponencial, sin saber mucho de exponentes, a medida que los años pasan los retos no parecen tan intensos: hay cosas más planas como que el pinchadiscos ponga la canción que más te gusta o que un colega te ponga un hielo más en la copa sin que lo hayas pedido porque todos saben que en el Mediterráneo no corre ni una pizca de aire en verano y que nos estamos deshaciendo. El tiempo de imperios teutones pasó rápido: nacimiento, esplendor y declive a trescientos por hora. Creo que siempre ocurre, también ocurrió con los boers. Recuerdo cómo me gustaba montar las ciudades de las civilizaciones con el Age of Empires con el truco para que cambiasen de la edad de piedra a la edad de oro más rápido de lo normal. Ahora me divierten los videojuegos.
Desde el 2006 el andén de Liceu ha cambiado mucho, ha nacido spotify con anuncios taladrantes pero sigue siendo desagradable ver ratas cruzando la Diagonal.
Desde el 2006 el andén de Liceu ha cambiado mucho, ha nacido spotify con anuncios taladrantes pero sigue siendo desagradable ver ratas cruzando la Diagonal.
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