luis del val
Las calles en agosto están solitarias, el aparcamiento abunda y las ondas de calor danzan más que nunca a su aire, porque son más visibles y ellas saben que están siendo observadas. Luís, ¿crees que es necesario que mi farmacéutico me informe del gel íntimo que usa su mujer? Yo creo que no. Una vez escuché tu relato acerca de la emoción de una canción, pensé que estábamos en un parque y que me explicabas todo aquello desde un banco observando esas ondas de calor. Yo no atendía demasiado porque el helado se deshacía y mi boca estaba pringada, en ese momento mi mente sólo podía atender al disfrute, porque me encanta mancharme la boca con chocolate, porque los que están conmigo se ríen. Tú seguías con tu relato, de periodista ilustrado, y me di cuenta de que tu voz me ponía de mal humor porque te he escuchado en la radio siempre a las siete y media de la mañana, que no sé si sabes, es cuando mejor se está en la cama. Es curioso, de siete a ocho la cama te abduce entre las sábanas y cuesta más desperezarse. Te levantaste, harto de mi poca atención, y fuiste a tirar el resto de tu cucurucho a una papelera. De pronto, recibiste una llamada, pensé que sería Iñaki, pero no era más que tu dentista recordándote la visita, deberías ir a empastarte esa caries de una vez.
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