El circuito de Indianápolis

Qué calor que hacía en el circuito de Indianápolis, aún recuerdo al entrar al recinto como sudábamos, Gateorade en mano, abanico en la otra. Recuerdas, no encontrábamos aparcamiento en las cercanías y el sol nos abrasaba el pelo. Ambos lo tenemos muy oscuro y nos da dolor de cabeza, tú lo tienes más claro, yo uso un revitalizante de puntas preparado afrontar para el verano. En Indianápolis siempre es verano. Y empezó la carrera y en los entrenamientos yo escuchaba el concierto de las Fiestas de Sants a las que mis amigos habían ido, fue bonito cuando llamaron para que no me perdiera la versión del cantante de aquella canción de los ochenta. En fin. Los coches iniciaron su peculiar ruido, la gente necesitaba más agua, los pilotos pensaron que aquella sería su última carrera. A veces, a ellos también les gustaría estar de festa major y bailar pasodoble, arrimarse a una joven y acabar la noche con churros, con chocolate y con los pies mojados. Bien saben sus almohadas que sus deseos no acaban en el asfalto. Fue emocionante. Te quemaba la cabeza y mi estado anímico mejoró cuando Räikkönnen ganó, porque ya sabes de dónde viene, de donde el sol no se pone en verano y donde la oscuridad es tan larga en invierno...