23 August, 2009

Durante la tormenta soñé que sobrevolaba la ciudad, con un paraguas rojo, a lo mary poppins. Era un paraguas estándar que se plegaba para la comodidad. Me desperté y el suelo estaba húmedo, el aire era azul y te pegaba un golpe en la cara, te atravesaba con partículas nórdicas y te advertía que hasta unos cuantos meses después no volverías a poder disfrutar del frescor matinal ni del rocío. Después me dirigí a tu puerta, aquella de madera con los apellidos enganchados y me invitaste a café, a mantequilla y a mermelada, después de ver unas fotografías antiguas. Qué entrañable era todo, tú pensarías, yo pensé que tenía ganas de ir en bicicleta hasta el cementerio judío. Poco a poco empezó a clarear y las nubes dejaron paso al cielo raso. No te gustaría que te dijera lo desordenado que estaba el piso, ni que tampoco entendiera que el póster arrugado era un tesoro para ti. Ya me vale, los tesoros que yo tengo no son más que entradas a fiestas y tickets de metro. ¡Es tan difícil caminar con sandalias mojadas por suelos no pavimentados! De nuevo, Invalidenstraße. Eras uno de aquellos, de los países extraños, donde los dulces saben mejor y donde el café tiene más agua. Pensabas que yo había aprendido mucho, de hecho lo hice, pero lo disimulé muy bien. Pensabas que íbamos a tener un negocio en la vejez, donde vender ensaladas y pan. Te equivocaste porque yo ahora voy a abrir una papelería con rollos de colores, con gomas de borrar, grapas, celo, clips y rotuladores fosforito.

1 comment:

Nana Bergstrom said...

nunca se sabe...